La muerte del taxista Fermin Monasterio

El dia 9 de abril de 1969 y tras un enfrentamiento con la policia en un piso franco de la calle Artacalle de Bilbao, el etarra Miguel Etxebarria Iztueta resultó herido de bala y consiguió huir.

Entierro de Fermin Monasterio
Entierro de Fermin Monasterio

Al llegar a la calle paró un taxi y dijo al taxista que le sacara del Pais Vasco.

El taxista era Fermin Monasterio Pérez quien al observar que el individuo que se habia subido a su taxi iba sangrando le preguntó qué le ocurria, pero el etarra no quiso darle explicaciones.

Ante el temor de que el cliente pudiera estar huyendo de la justicia, el taxista le dijo que si no le aclaraba qué ocurria no le llevaria a ningún sitio, y en aquel momento el nacionalista vasco de ETA le disparó varias veces hasta que murió, y después se llevó su taxi.

Fermin Monasterio estaba casado y tenia tres hijas: Maria Rosario de 13 años, Maria Asunción de 10 y Maria del Mar de 5.

Estas eran las «grandiosas hazañas» de los nacionalistas vascos de ETA en sus principios: El dia 28/06/60 [cref 416 mataron a Begoña Urroz Ibarrola], una niña de año y medio, el dia 07/06/68 [cref 425 mataron a un guardia de trafico ]cuando iba a pedir la documentación, el dia 02/08/68 [cref 428 mataron a un policia normal ]y corriente cuando iba a comer a casa, y el dia 09/04/69 [cref 431 mataron a un simple taxista]…

¡Vaya «héroes»!, aunque no tanto como los que treinta años después han continuado matando periodistas, profesores, concejales, fontaneros, empresarios y… niños, muchos niños…

Asi es ETA y asi es la mierda de nacionalismo vasco que inventó el racista Sabino Arana

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El asesinato de Jose Pardines Arcay

Entierro del Gua. Civil José Pardines Arcay
Entierro del Gua. Civil José Pardines Arcay

Sucedió en Guipúzcoa, cerca de Villabona, el dia 7 de junio de 1968. Fue el segundo asesinato de ETA tras el de la niña [cref 416 Begoña Urroz Ibarrola].

Jose Pardines ArcayW era un guardia civil de trafico, gallego, que estaba regulando la circulación en una zona de obras de la carretera nacional Madrid-Irún. Su compañero se encontraba a unos dos kilómetros, al final de la zona de obras, para entre los dos realizar los necesarios cortes de circulación en ambos sentidos.

El guardia Pardines hizo señas a un Seat 850, ocupado por dos jóvenes, para que se detuviese y cuando les fue a pedir la documentación, Francisco Javier Etxebarrieta Ortiz le disparó a bocajarro hasta que Pardines murió. Cinco tiros en total. A este asesino le acompañaba otro de la misma calaña llamado Ignacio Sarasqueta Ibañez.

Su compañero de servicio ese dia FelixDiego Martinez, fue tambien asesinado por la banda terroristra el 31 de enero de 1979 en la localidad de Irun.

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La muerte de Begoña Urroz Ibarrola

EXTRACTO DEL COMUNICADO DEL Mº DE GOBERNACION DE ESE DíA

Begoña Urroz Ibarrola en brazos de sus padres
Begoña Urroz Ibarrola en brazos de sus padres

Día 28 de junio de 1.960

A las 19,10 horas del día de hoy en la Estación de Amara de San Sebastian ha estallado un artefacto explosivo a consecuencia del cual resultaron heridas las siguientes personas:

– Mª Begoña Urroz Ibarrola de 15 meses (Falleció posteriormente)

– Valeriano Bacalcon Aturmendi de 15 años, pronostico reservado.

– Soledad Arruti Echegoyen de 60 años, pronostico reservado.

– Pascual Ibañez Martin de 29 años, leve.

– Francisco Sanchez Bravo de 42 años, leve.

– Maria García Moral de 45 años, leve.

Este atentado es el primero que la organización terrorista y mafiosa E.T.A. comete con resultado de muerte en su historia, anteriormente había hecho descarrilar un tren que se dirigía a San Sebastian.

El periódico «El Pais» cuenta la historia de este asesinato de la siguiente manera:

Begoña Urroz Ibarrola, un bebé de apenas 22 meses, la primogénita de Jesusa, inauguró así una lista en la que hasta hoy figuran más de 850 nombres escritos con sangre por ETA a lo largo de su historia. Durante 50 años, los Urroz han rumiado su dolor con discreción, en solitario y en silencio. Un silencio que ahora han roto por primera vez, gracias a la decisión de esta madre octogenaria.

Ocurrió minutos después de las siete de la tarde del lunes 27 de junio de 1960. A esa hora deflagró una maleta incendiaria depositada en uno de los armaritos de la consigna de la estación de Amara. La reseña que el atentado mereció en los periódicos de la época se limitó a la publicación de una escuálida nota del Ministerio de la Gobernación en la que daba cuenta de la explosión de cinco artefactos: uno en un furgón del tren correo Barcelona-Madrid, entre los municipios zaragozanos de Quinto y Pina de Ebro, y los otros cuatro en otras tantas consignas de Barcelona, Madrid y San Sebastián (una en la estación del Norte y otra en la de Amara).

En la estación del Norte donostiarra resultó herido de levedad Carlos Íñigo Acevedo, domiciliado en Pasaia. Pero el de Amara fue el más grave de una cadena de atentados inusual hasta entonces bajo la férrea dictadura del general Francisco Franco. Además de la niña Begoña Urroz Ibarrola, con quemaduras en el 90% de su cuerpo, también resultaron heridos por este último artefacto el joven estudiante Valeriano Bakaikoa Azurmendi, de 15 años, que regresaba a San Sebastián tras pasar unos días de vacaciones con unos familiares de Rentería; la encargada de la consigna, Soledad Arruti, de 60; Pascual Ibáñez Martín, de 29 años; Francisco Sánchez Bravo, de 42, y María García Moras, de 49.

El comunicado del ministerio que entonces dirigía el general Camilo Alonso Vega concluía diciendo que «con estos hechos se ha pretendido dar cumplimiento a las consignas terroristas que elementos extranjeros, en cooperación con separatistas y comunistas españoles, vienen propugnando insistentemente». Punto. Ésa era toda la explicación. ¿Pero quiénes eran esos misteriosos elementos extranjeros? ¿Quiénes eran esos separatistas y comunistas que estaban tras esa oleada de bombas? Las autoridades no aclararon nada ni ese día ni los siguientes…

Ni siquiera el Gobierno Civil de Vizcaya fue más explícito cuando apenas 48 horas después estalló una nueva maleta incendiaria en la estación bilbaína de Atxuri del Ferrocarril Vascongado. En aquella ocasión, el gobernador y jefe provincial del Movimiento difundió un comunicado en el que aseguraba: «Ha sido una prueba de cómo se comportan esos elementos enemigos del orden y de la tranquilidad pública, que han levantado con su actitud criminosa una reacción de protesta ciudadana concretada en unánime condenación». La obstrusa y ampulosa fraseología franquista no permitía deducir quiénes eran esos «enemigos del orden» ni en qué había consistido la «unánime condenación» de los ciudadanos.

El mortal atentado apenas tuvo repercusión social. El 1 de julio de 1960, La Voz de España publicaba una breve reseña dando cuenta del «sepelio y misa de gloria por la niña Begoña Urrosi» (sic), a la que asistió el gobernador civil de Guipúzcoa, José María del Moral, para dar el pésame a la familia de la chiquilla que «falleció a consecuencia de las heridas recibidas en el criminal atentado». El Diario Vasco, por su parte, insertaba ese mismo día una fotografía del oficio religioso. Pero no hubo manifestaciones públicas, ni actos de repulsa por el asesinato, ni concentraciones ciudadanas. Nada. Sólo el silencio. Un espeso silencio.

El periodista Florencio Domínguez y los profesores universitarios Rogelio Alonso y Marcos García Rey acaban de publicar un libro, Vidas rotas (Espasa) en el que señalan: «Durante mucho tiempo, el asesinato de Begoña Urroz Ibarrola, al igual que el resto de atentados de aquellos días, fue atribuido al anarquista Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). ETA nunca asumió la autoría de la colocación de la bomba de Amara, aunque el 29 de marzo de 1992, a raíz de la captura de la dirección de ETA en Bidart (Francia), en el ordenador del jefe del aparato político, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, fue encontrada una cronología de diversos acontecimientos en la que figura la mención a ese atentado».

«Dos años más tarde», prosiguen los autores de Vidas rotas, «el Anuario del diario Egin correspondiente a 1994 y la obra Euskal Heria y la libertad (Txalaparta, 1994), ambos vinculados a la denominada izquierda abertzale, publicaron un texto similar: se trataba de una cronología de episodios relacionados con ETA en la que se incluía la muerte de Begoña Urroz, aunque no se mencionaba expresamente que hubiese sido obra de la banda terrorista».

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