EXTRACTO DEL COMUNICADO DEL Mº DE GOBERNACION DE ESE DíA
Día 28 de junio de 1.960
A las 19,10 horas del día de hoy en la Estación de Amara de San Sebastian ha estallado un artefacto explosivo a consecuencia del cual resultaron heridas las siguientes personas:
– Mª Begoña Urroz Ibarrola de 15 meses (Falleció posteriormente)
– Valeriano Bacalcon Aturmendi de 15 años, pronostico reservado.
– Soledad Arruti Echegoyen de 60 años, pronostico reservado.
– Pascual Ibañez Martin de 29 años, leve.
– Francisco Sanchez Bravo de 42 años, leve.
– Maria García Moral de 45 años, leve.
Este atentado es el primero que la organización terrorista y mafiosa E.T.A. comete con resultado de muerte en su historia, anteriormente había hecho descarrilar un tren que se dirigía a San Sebastian.
El periódico «El Pais» cuenta la historia de este asesinato de la siguiente manera:
Begoña Urroz Ibarrola, un bebé de apenas 22 meses, la primogénita de Jesusa, inauguró así una lista en la que hasta hoy figuran más de 850 nombres escritos con sangre por ETA a lo largo de su historia. Durante 50 años, los Urroz han rumiado su dolor con discreción, en solitario y en silencio. Un silencio que ahora han roto por primera vez, gracias a la decisión de esta madre octogenaria.
Ocurrió minutos después de las siete de la tarde del lunes 27 de junio de 1960. A esa hora deflagró una maleta incendiaria depositada en uno de los armaritos de la consigna de la estación de Amara. La reseña que el atentado mereció en los periódicos de la época se limitó a la publicación de una escuálida nota del Ministerio de la Gobernación en la que daba cuenta de la explosión de cinco artefactos: uno en un furgón del tren correo Barcelona-Madrid, entre los municipios zaragozanos de Quinto y Pina de Ebro, y los otros cuatro en otras tantas consignas de Barcelona, Madrid y San Sebastián (una en la estación del Norte y otra en la de Amara).
En la estación del Norte donostiarra resultó herido de levedad Carlos Íñigo Acevedo, domiciliado en Pasaia. Pero el de Amara fue el más grave de una cadena de atentados inusual hasta entonces bajo la férrea dictadura del general Francisco Franco. Además de la niña Begoña Urroz Ibarrola, con quemaduras en el 90% de su cuerpo, también resultaron heridos por este último artefacto el joven estudiante Valeriano Bakaikoa Azurmendi, de 15 años, que regresaba a San Sebastián tras pasar unos días de vacaciones con unos familiares de Rentería; la encargada de la consigna, Soledad Arruti, de 60; Pascual Ibáñez Martín, de 29 años; Francisco Sánchez Bravo, de 42, y María García Moras, de 49.
El comunicado del ministerio que entonces dirigía el general Camilo Alonso Vega concluía diciendo que «con estos hechos se ha pretendido dar cumplimiento a las consignas terroristas que elementos extranjeros, en cooperación con separatistas y comunistas españoles, vienen propugnando insistentemente». Punto. Ésa era toda la explicación. ¿Pero quiénes eran esos misteriosos elementos extranjeros? ¿Quiénes eran esos separatistas y comunistas que estaban tras esa oleada de bombas? Las autoridades no aclararon nada ni ese día ni los siguientes…
Ni siquiera el Gobierno Civil de Vizcaya fue más explícito cuando apenas 48 horas después estalló una nueva maleta incendiaria en la estación bilbaína de Atxuri del Ferrocarril Vascongado. En aquella ocasión, el gobernador y jefe provincial del Movimiento difundió un comunicado en el que aseguraba: «Ha sido una prueba de cómo se comportan esos elementos enemigos del orden y de la tranquilidad pública, que han levantado con su actitud criminosa una reacción de protesta ciudadana concretada en unánime condenación». La obstrusa y ampulosa fraseología franquista no permitía deducir quiénes eran esos «enemigos del orden» ni en qué había consistido la «unánime condenación» de los ciudadanos.
El mortal atentado apenas tuvo repercusión social. El 1 de julio de 1960, La Voz de España publicaba una breve reseña dando cuenta del «sepelio y misa de gloria por la niña Begoña Urrosi» (sic), a la que asistió el gobernador civil de Guipúzcoa, José María del Moral, para dar el pésame a la familia de la chiquilla que «falleció a consecuencia de las heridas recibidas en el criminal atentado». El Diario Vasco, por su parte, insertaba ese mismo día una fotografía del oficio religioso. Pero no hubo manifestaciones públicas, ni actos de repulsa por el asesinato, ni concentraciones ciudadanas. Nada. Sólo el silencio. Un espeso silencio.
El periodista Florencio Domínguez y los profesores universitarios Rogelio Alonso y Marcos García Rey acaban de publicar un libro, Vidas rotas (Espasa) en el que señalan: «Durante mucho tiempo, el asesinato de Begoña Urroz Ibarrola, al igual que el resto de atentados de aquellos días, fue atribuido al anarquista Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). ETA nunca asumió la autoría de la colocación de la bomba de Amara, aunque el 29 de marzo de 1992, a raíz de la captura de la dirección de ETA en Bidart (Francia), en el ordenador del jefe del aparato político, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, fue encontrada una cronología de diversos acontecimientos en la que figura la mención a ese atentado».
«Dos años más tarde», prosiguen los autores de Vidas rotas, «el Anuario del diario Egin correspondiente a 1994 y la obra Euskal Heria y la libertad (Txalaparta, 1994), ambos vinculados a la denominada izquierda abertzale, publicaron un texto similar: se trataba de una cronología de episodios relacionados con ETA en la que se incluía la muerte de Begoña Urroz, aunque no se mencionaba expresamente que hubiese sido obra de la banda terrorista».