El asesinato de varios miembros de la unidad familiar suele ser cometido en un solo acto criminal y rara vez se puede considerar que es cometido por un asesino en serie, sin embargo, el caso de hoy reúne todas las condiciones expresadas por el agente del F.B.I. Robert Ressler para considerarlo cometido por un asesino en serie ya que durante la investigación realizada por el Cuerpo Nacional de Policía se obtuvieron pruebas de la comisión de tres asesinatos, más otro en grado de tentativa. El mínimo imprescindible para ser considerado como asesino en serie son tres y, entre un asesinato y el siguiente existe un periodo de enfriamiento.
Cuando en 2003 suceden los hechos que llevaron a su detención, Francisca Ballesteros Maravilla, a la que le gustaba que la llamasen Paqui, era una persona bien considerada por sus vecinos, un poco introvertida, pero una buena madre que se preocupaba por el bienestar de su familia, que había nacido en 1969 en Valencia, llevaba diecisiete años casada con Antonio González Barrabino, un funcionario de prisiones de ciudad autónoma de Melilla, ocho años mayor que ella y con el que había tenido tres hijos, Sandra nacida en 1989, Florinda en 1990, que falleció a los seis meses y Antonio que nace en 1992.
A mediados de 2003, Francisca Ballesteros, empezó a entrar en varios chats de internet que a principios de siglo experimentaban un boom en la red de redes, utilizando el nick o apodo de “fogosa” tuvo cierto éxito entre los hombres de aquellos chats, y entabló contacto con al menos tres hombres, a los que dijo ser viuda y que su marido y su hija habían fallecido en un accidente de circulación.
Su marido y sus hijos ingresaron en el hospital en verano de 2003, debido a una intoxicación que Francisca achaco a una inhalación de gases procedentes de una fumigación realizada en el domicilio familiar, sin embargo, ella fue la única de la familia que no llegó a enfermar. A lo largo de la investigación se conoció que fue entonces cuando empezó a envenenar a su familia con un medicamento llamado “Colme” compuesto por cianamida cálcica e indicado para combatir el alcoholismo en adultos.
El último ingreso hospitalario de Antonio, el marido de Francisca se realiza el 6 de octubre de 2003, con fuertes dolores de estómago acompañados de vomito sanguíneo, ingresa en la UVI del hospital de Melilla.
Tras una mejoría, se le da de alta, sin embargo, a su salida del hospital empeoró su estado, pero no volvió al hospital porque Francisca, según se supo posteriormente le suministraba el medicamento ya mencionado, Colme, y a mayores un combinado de varios medicamentos entre ellos Zolpidem (un hipnótico inductor del sueño) y bromazepán (una benzodiacepina de efectos hipnóticos y relajantes), sustancias que fueron detectadas en su cuerpo durante la investigación, tras la autopsia realizada una vez exhumado el cadáver, que le dejaban en estado semiinconsciente hasta el punto de no poder solicitar ayuda médica alguna. Antonio falleció el 12 de enero de 2004, el certificado de defunción expresa como motivo de la muerte un fallo cardiaco.
Un mes antes, en diciembre de 2003, bajo la escusa de realizar pruebas para una liposucción, dice a su familia que se traslada sola hasta Málaga, sin embargo, el lugar de destino era San Cristóbal de la Laguna en Santa Cruz de Tenerife, donde se encuentra con Cesáreo, uno de los contactos que había conocido en los chats de internet. Ambos estuvieron alojados en un hotel y durante ese viaje Cesáreo le pidió matrimonio, este solo sospecho de la sinceridad de Francisca cuando en una conversación telefónica realizada meses después escucho una voz que la llamaba “mama”.
En su declaración durante el juicio, Cesáreo manifestó que Francisca le dijo que antes de casarse, debía regresar a Melilla para vender su casa, también expresó que él rompió la relación con Francisca porque parecía dar largas a la boda sin expresar ningún motivo de peso.
Desde las mismas fechas que empezó a dar cianamida cálcica a su marido, Francisca le suministraba a sus dos hijos, Sandra y Antonio, el mismo medicamento, pero en una cantidad inferior, lo que unido a la ingesta de zolpiden y bromazepán provocó en los mismos un estado de agotamiento generalizado que se prolongó durante ocho meses, con continuos vómitos, pérdidas de conciencia, dificultad para moverse, hablar o pedir ayuda.
A todo ello hay que añadir que Francisca no les daba otra comida más que la sopa o el agua en los que mezclaba la cianamida, sin darles los mínimos cuidados, tanto higiénicos como sanitarios, negándose a solicitar ayuda médica y provocando con su actitud un empeoramiento de los síntomas.
El carnicero del barrio que había acudido a casa de Francisca a cobrar una deuda, tras observar las lamentables condiciones en que se encontraban tanto Sandra como Antonio, le insistió en llamar a una ambulancia o trasladar a los menores a un hospital, ante las excusas y la negativa de esta, decide llamar por su cuenta a los servicios de emergencia.
Los servicios de emergencia que se trasladan a la casa, tras examinar a los dos menores deciden su ingreso en el hospital de Melilla, pero ya no pueden hacer nada por la hija mayor, Sandra que el día 4 de junio de 2004, fallece a causa de insuficiencia hepática y fallo multiorgánico masivo.
Es el propio carnicero, al conocer el fallecimiento de Sandra, ante lo extraño de la resultaba la situación que había observado, acudió a la comisaria de policía para denunciar los hechos que había presenciado en casa de Francisca.
Durante la autopsia de Sandra se descubre el envenenamiento por cianamida cálcica de Sara, lo que provoca la detención de Francisca el día 7 de junio.
La determinación de Francisca para asesinar a sus hijos era tal que estando los servicios médicos en domicilio atendiendo a su hija Sandra, les oculto que su hijo Antonio, se encontraba en un estado similar a su hermana. Tras la muerte de Sandra fue uno de sus tíos quien dio la voz de alarma y fue ingresado, logró sobrevivir al envenenamiento y en la actualidad vive con sus tíos paternos.
En un principio los agentes sospecharon que Francisca, al objeto de contraer matrimonio con Cesáreo o con algún otro de los hombres que había conocido por internet, deseaba deshacerse de su marido y de sus hijos, motivo por el cual los habría envenenado.
En sus primeras declaraciones, Francisca confiesa que había suministrado a su marido y a sus hijos el medicamento llamado “Colme”, justificando el haberle dado ese medicamento a su marido debido a que este se emborrachaba y la pegaba, aunque las declaraciones de quienes le conocían expresan que jamás le habían visto borracho, al mismo tiempo declaraba también que le había suministrado el mismo medicamento a sus hijos Sandra y Antonio porque estaban deprimidos tras la muerte de su padre y querían irse con él.
Francisca también declara que entre los días 21 de junio y 4 de agosto de 1990 administró al menos dos cajas del mismo medicamento con el objeto de matar a su hija Florinda, ya que se le había detectado una minusvalía psíquica y según dijo, iba a tener una vida muy difícil.
Esto motivó también que la investigación se ampliase a todos los fallecimientos de todas las personas que habían tenido contacto con Francisca durante los anteriores veinte años ya que sus padres y sus hermanos habían fallecido en similares circunstancias, no obstante, y debido al tiempo trascurrido se deshecho esta línea de investigación ya que cualquier rastro de veneno ya habría desaparecido.
En ningún momento del proceso contra ella, efectuó signo o palabras de arrepentimiento ni pena por los
hechos que había cometido, el juez del caso definió su comportamiento en una entrevista tras el juicio como “frio, refinado y reflexivo”.
El informe psiquiátrico realizado a Francisca durante el juicio expresa que no padecía ningún trastorno psicótico y que estaba «en pleno uso de sus facultades mentales y tenía autonomía total para dirigir su voluntad», también expresa que «Se descartan los trastornos psicóticos y de personalidad», si bien podría tener «algún trastorno moderado, pero no suficiente como para anular sus capacidades volitivas».
La Sentencia de la Audiencia Provincial de Málaga dictada de septiembre de 2005, hace especial mención a “la crueldad, frialdad y planificación de los hechos, la conciencia y voluntad de los mismos y ausencia de circunstancia que atenúe la consecuencia penológica de los mismos hacen acreedora a Francisca de una pena en su extensión máxima que el tipo delictivo permite” y condena a Francisca Ballesteros por tres delitos de asesinato con el agravante de alevosía y de la de la responsabilidad criminal de parentesco en las personas de su marido Antonio y de sus hijas Sandra y Florinda. También le condena por el asesinato en grado de tentativa de su hijo Antonio a un total de ochenta y cuatro años de prisión.
En la actualidad cumple condena en la prisión de Córdoba.
El presente artículo fue publicado en la revista «Quadernos de Criminologia – QdC» nº 42 y esta indexado dentro de las revistas científicas en Dialnet en esta dirección web.